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Todo lo que hay que saber sobre la fruta

Segundo artículo de nuestra sección "La ciencia: del campo a la mesa": el origen de la fruta y sus mecanismos de reproducción, en los que participan también sus amigos, principalmente los insectos

 

La ciencia: del campo, a la mesa
Este artículo es el segundo de una sección: “La ciencia: del campo, a la mesa”, que aparece regularmente en la revista Les vergers Boiron  y en nuestra newsletter. Esta serie, supervisada por Corinne Tisné, Directora de Proyectos de Investigación y Desarrollo de Les vergers Boiron, tiene por objetivo esclarecer los nexos entre la ciencia, la agronomía, los cultivos, así como las técnicas de procesamiento de la fruta, vinculándolos a la gastronomía, la pastelería y la « mixología ». Empezamos esta serie abordando el tema del “terroir”, el terruño y en esta entrega examinamos la reproducción de las plantas y la formación de los frutos. En nuestro próximo artículo, abordaremos la extraordinaria variedad de frutas, en el mundo.

 

N° 2 - Todo lo que siempre quiso saber sobre la fruta…
Comencemos este artículo respondiendo a una pregunta básica: ¿qué es un fruto? El diccionario de la Real Academia de la Lengua española lo define como "el producto del desarrollo del ovario de una flor, después de la fecundación, en el que quedan contenidas las semillas. El fruto sirve para desarrollar y proteger las semillas, y además participa en su diseminación. También es un producto comestible de ciertas plantas, cuyo sabor, generalmente, es dulce."
Previamente a su formación y desde un punto de vista, asimismo, botánico, un fruto es el resultado de la transformación de una flor que ha sido fecundada o lo que es lo mismo, polinizada. En una flor, los órganos masculinos o estambres, se encargan del polen. Éste debe ser depositado en el órgano femenino o pistilo para que se transforme en una semilla. El ovario que contiene la semilla se desarrolla, posteriormente, dando lugar al fruto.

 

Pollinisation

1- Autopolinización
2- Polinización a partir de insectos
3- Polinización por el viento

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La fascinante interacción entre plantas y animales.
La polinización es un fenómeno apasionante que demuestra el genio inherente a la naturaleza y su capacidad de adaptación. Para explicar este fenómeno pedimos a los lectores que no son especialistas en la materia, que nos disculpen de antemano por emplear algunos términos científicos que se rara vez se utilizan en una conversación común. Empecemos diciendo que en un 90% de los casos, la polinización se realiza por zoofilia, es decir, gracias a la intervención de animales en diferentes etapas de la fertilización de la planta. Principalmente se trata de insectos (en cuyo caso hablaremos de entomofilia) y en particular abejas y abejorros. Del resto de las polinizaciones son protagonistas: otros animales, el viento y/o el agua.

 

La flor proporciona a los insectos el cobijo que necesitan para asegurar la fertilización más diversificada y más eficaz para las plantas. Las flores utilizan todo un abanico de métodos para atraer a los insectos a través: de distintos aromas, de las formas de sus corolas, sus colores, de la secreción de sustancias dulces, etc. Todo este despliegue funciona a la perfección, ya que el 35% de todo lo que comemos – incluyendo el cacao, el café y ciertas especias - está relacionado con las acciones que llevan a cabo estos insectos.
Algunas aves son asimismo buenos agentes polinizadores, especialmente en regiones tropicales y subtropicales. En este caso hablamos de ornitofilia. Son buenos ejemplos de ello : los colibríes, ya que son capaces de realizar vuelos estacionarios, y los suimangas, pequeños paseriformes de pico largo. En Madagascar, existe un tipo de orquídea que desprende un intenso aroma y atrae, así, a los mosquitos, que a su vez atraen a un tipo de araña muy apreciada por los suimangas. Con esta cadena de intervenciones animales, se asegura la recolección del polen y el transvase del mismo de una flor a otra.

 

Se habla de polinización por quiropterofilia, cuando ésta se lleva a cabo por murciélagos frugívoros, que se sienten atraídos por la luz ultravioleta emitida por ciertas flores durante la noche; o por el intenso aroma que liberan. En los mercados de alimentos procedentes de los trópicos, el 70 por ciento de la fruta proviene de árboles que se reproducen gracias a los murciélagos. Es el caso de: los mangos, plátanos, anacardos, durianes, dátiles, y especialmente del agave, que se emplea, entre otras cosas, en la fabricación del tequila.
La epizoocoria es la polinización llevada a cobo por ardillas u otros roedores cuya memoria es breve y olvidan dónde han almacenado sus reservas para pasar el invierno; o por ciervos, que transportan en su pelaje, semillas de bardana o lampazo, cuyas púas se enganchan a él; un sistema, por cierto, que inspiró a los creadores del Velcro. La diseminación de semillas por parte de las hormigas, tiene una rítmica denominación: mirmecofilia.

 

El viento y el agua, vectores menos precisos que los animales
El viento también se encarga de dispersar semillas, pero este fenómeno, la anemofilia, es bastante aleatorio ya que las masculinas pueden aterrizar en el aparato femenino de las flores; o no, lo cual no es efectivo.
Por último, el agua, a través de: gotas de lluvia, humedales o corrientes de agua, puede asimismo transportar semillas. Un fenómeno denominado hidrofilia, al que se debe, por ejemplo que los cocoteros hayan conquistado muchas playas tropicales y subtropicales del planeta.
Algunas plantas practican la autopolinización, auto fecundándose, algo reñido con la diversidad genética y que limita su adaptación a otros entornos o a cambios en sus condiciones de vida.
Finalmente, algunos cultivos pueden ser polinizados, manualmente, por el hombre. Por ejemplo, la pitaya, o fruta del dragón, originaria de Centroamérica, se poliniza en ese hábitat gracias a murciélagos y mariposas esfinge calavera. Pero, en la isla de la Reunión, donde fue introducida, no existen estos polinizadores naturales, por lo que los humanos realizan esta tarea “artificialmente” asegurándose de la polinización flor a flor.

 


La opinión del experto
Como ya se habrá dado cuenta: todos los métodos de polinización, ya sean naturales o llevados a cabo por humanos, son significativamente menos eficaces que las interacciones de los animales, principalmente los insectos, con las plantas.
Y aunque aún no se ha demostrado que "si las abejas desaparecieran, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida", como afirmó Albert Einstein, es evidente que dependemos de ellas y de otros polinizadores naturales y debemos protegerles si queremos seguir produciendo frutos.

 

Corinne Tisné, Directora de Proyectos de Investigación y Desarrollo Les vergers Boiron